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Alimentación sostenida
por la comunidad

ASDECOBA. Lo comunitario como refugio

Tres agricultores cultivando tomate. Foto: ASDECOBA
Tres agricultores cultivando tomate. Foto: ASDECOBA

En este momento de crisis multidimensional y caos climático, generar estructuras comunitarias, autónomas y situadas se demuestra cada vez más importante para sostener nuestras vidas. En Salamanca existe un referente con muchos aprendizajes que difundir.

soberaniaalimentaria.info. Isa Álvarez Vispo. ASDECOBA y Coordinación Baladre.- Los márgenes son lugares habitados por personas a las que no queremos mirar por si un día las vemos demasiado cerca. Lo comunitario es una manera de mirar y de hacer con poca promoción en estos días. Ambos, lo comunitario y los márgenes, se saben fuera de las prioridades (que no del interés) del sistema hegemónico, marginados a la invisibilidad y alojados en la casilla de «poco deseable». Esa casilla provoca que muchas personas se sitúen en el marco de lo que en ASDECOBA se ha denominado la «no vida».

La resistencia de quienes se saben periferia

ASDECOBA es una asociación que enraíza en los márgenes. El barrio de Buenos Aires en Salamanca es un lugar, un no-lugar para algunos, creado para no ver lo que en él habita; un lugar donde, en su día, se quiso apartar todo lo que enturbiaba la imagen de una ciudad decorado. Pero en ese margen también nace la resistencia y la conciencia de quienes se saben periferia y saben que solo lo comunitario podrá sostener sus vidas. Así, en ese contexto, durante sus cuarenta años de existencia, nacen múltiples asociaciones: vecinales, culturales, deportivas, de mujeres, de jóvenes…, y se conforma un paraguas común, ASDECOBA, desde el que construir juntas para sostener vidas. Y es en ese contexto en el que se trabaja, además de con las personas del barrio, con otros colectivos vulnerables, como personas en prisión o personas en situación de calle. Personas, todas ellas, que al igual que el barrio, se saben excluidas y con pocas casillas más allá de la «no vida». En ese contexto y gracias al trabajo de muchas y del impulso de una persona con tiempos, redes, imaginación y toda la voluntad, que además es el párroco, se han puesto en marcha múltiples iniciativas que buscan como objetivo principal sostener la vida utilizando todas las herramientas que tienen a su alcance.

A pesar de situarse en lo urbano, ASDECOBA ha trabajado desde sus inicios con una mirada de puente urbano-rural. En parte por los orígenes de las personas que lo conforman (hoy en la ciudad, pero todas de familias venidas del medio rural) y también por entender lo rural como parte del margen y del abandono. En esos caminos de sostener vidas, se vio necesario contar con espacios que generasen economía desde un modelo social y comunitario. Y ahí se comenzó por lo básico: cuidar y alimentar.

Catering, huertas y obrador

Hace ya más de veinticinco años se comenzó con una iniciativa de catering llamada Algo Nuevo, desde lo pequeño, haciendo los pinchos para algunos bares y llevando algunos menús a personas mayores. Se puso en marcha con no pocos obstáculos, pero con manos y cabezas que se empeñaron en que empezara a andar. Hoy esa iniciativa ha crecido, gana licitaciones del Ayuntamiento de Salamanca y reparte diariamente casi mil menús diarios a personas mayores y vulnerables de la ciudad, siendo una empresa de inserción social con vocación de nutrir estómagos y vidas.

Lo que comenzó con dos mil metros de tierra cedida, hoy son seis hectáreas cultivadas entre cultivos hortícolas y extensivos.

Se empezó alimentando y se siguió cultivando. Después de unos años de andadura de Algo Nuevo y pensando en el objetivo tan repetido de «mantener vidas y medios rurales vivos», se dio el paso de comenzar a cultivar la tierra. A través de las redes tejidas en el medio rural, se consiguió acceder a una finca en la que empezar a cultivar alimentos, con una mirada agroecológica y buscando que fuera un espacio donde personas que han vivido mucho tiempo encerradas pudieran, además de trabajar, respirar. Desde el comienzo, se vio la importancia del acompañamiento de quien iba a alimentarse de esa producción y de ahí nació la Red Saberes y Sabores del Bajo Tormes, un grupo de consumo que desde el inicio buscó sostener a quienes producen; no solo a las huertas de ASDECOBA, sino también a otras producciones locales y agroecológicas. Así, desde hace quince años esta red reparte cestas en el barrio a personas de Salamanca todos los viernes. Lo que comenzó con dos mil metros de tierra cedida, hoy son seis hectáreas cultivadas entre cultivos hortícolas y extensivos en los que se incluyen legumbres y cereales. Por el camino, nació la necesidad de contar con un pequeño espacio para la transformación de excedentes y surgió el obrador Manos Verdes. El cereal cultivado se muele y se lleva a una panadería que se sumó a la familia hace pocos años, después de que se jubilara el panadero del pueblo de Monleras.

En definitiva, se trata de actividades que van encaminadas a cerrar ciclos y poder contar con alimento para las distintas iniciativas. De la tierra, el producto sale hacia el catering Algo Nuevo, el grupo de consumo, dos residencias de mayores, una guardería y otro catering hermano que se creó en el medio rural y que diariamente reparte casi ciento cincuenta menús a domicilio a personas mayores, además de la casa en el barrio donde comen todos los días las personas acogidas por ASDECOBA, en torno a 20-25 personas diariamente.

Primer plano de unas manos mostrando una baina de gisantes. Foto ASDECOBA

Primer plano de unas manos mostrando una baina de gisantes. Foto ASDECOBA

La alimentación como derecho

Para el desarrollo de todas estas iniciativas, las claves han sido tener mirada de proceso, comenzar iniciativas que respondieran a necesidades reales y tejer redes que compartan una visión de la alimentación como derecho indivisible básico para todas las personas. Estas redes entienden que el balance prioritario es el de las vidas, no el del banco, y descubrir en el proceso que, cuando el resultado de la vida es positivo, el otro también va saliendo mientras que al revés todo tiende a negativo. Se han tejido redes entre medio rural y urbano, ayuntamientos, asociaciones, sindicatos, periodistas, con toda persona que ha entendido que solo desde lo colectivo se puede avanzar en una transformación real. Hoy que escuchamos tanto el relato del colapso es bueno mirar a la periferia para aprender de quienes llevan ya tiempo colapsadas.

Hoy que escuchamos tanto el relato del colapso es bueno mirar a la periferia para aprender de quienes llevan ya tiempo colapsadas.

En esta iniciativa, alimentar(nos) no es un negocio, es un trabajo que debemos compartir y sostener desde lo comunitario. El empleo es una herramienta para algunos, pero desde el prisma de lo normativo, no accesible para todos. Por esta iniciativa pasan personas con vidas muy rotas que no necesitan la dictadura del empleo normativizado y otras que a ojos de lo administrativo no tienen derecho a trabajar y para algunos ni siquiera a existir. Y, en medio de todo ello, se produce alimento con un manejo agroecológico, se habla de nutrición, de soberanía alimentaria y se vive también cómo el cambio climático afecta a los cultivos y al hacer diario. Si de algo sabe este colectivo, es de tormentas y tempestades, y por eso sabe que para alcanzar cambios hay que empezar con ensayos pequeños y de ahí ver cómo hacerlos mayores. Eso hacen también con las fincas, probar cultivos, asociaciones, manejos…, recuperar saberes, hablar con personas de la universidad; en definitiva, buscar todas las herramientas que sirvan para avanzar y que siempre pasan por relacionarnos con otras. Es importante poder ensayar, pero igual de importante es hacerlo en pequeño y con red.

Para avanzar en este camino, en estos momentos se ha dado un paso más al poner en marcha un espacio en el barrio, el Centro Comunitario de Alimentación, que ocupa las instalaciones donde comenzó Algo Nuevo y que pretende ser, además de espacio logístico y un lugar de coordinación para las distintas iniciativas, punto de encuentro y formación tanto para las personas del barrio como para todas las que quieran acercarse a sus actividades. Este centro cuenta con una cocina alrededor de la que poder reunirse y que busca también visibilizar y colocar el barrio en callejeros que hoy no aparecen.

Los cuidados como pilar

Mientras escribo, pienso qué difícil es contar esto en pocas páginas, qué difícil sintetizar esfuerzos, trabajos, reuniones, todas las trabas y las curvas que ha habido que superar, empezando por asumir y gestionar nuestras incoherencias, y qué difícil transmitir lo que supone esto para quienes llegan acogidas al barrio. Para la mayoría de las personas que vienen de la cárcel y la calle, este es un refugio, pero también un lugar de tránsito y así debe ser si es lo que necesitan. No tienen por qué decidir quedarse o dedicarse a la agricultura y tan legítimo es ese deseo para ellas como para el resto de la sociedad. Parte de nuestro trabajo es hacer de la agricultura un sector deseable para toda la sociedad. Quedarse es siempre una opción, pero nunca una obligación. Ninguna de las personas que aquí llega debe «ganarse la vida», su vida ya la tiene y debe ser digna y con derechos. Lo que se pide es el compromiso de colaborar y aportar desde donde se pueda, sin contratos de permanencia, con unas normas de convivencia, pero sin reglamentos hechos a medida. La diversidad es muy grande, aunque todo se hace desde lo pequeño, desde lo cotidiano, desde lo más local, aprovechando los recursos a los que podemos acceder siempre desde una visión compartida y pensando en cómo reforzarnos unas a otras.

Quienes llevamos tiempo siendo parte de esto que llamamos agroecología, sabemos que la agroecología no se sostiene sin lo colectivo y sabemos, además, que los proyectos colectivos no perduran si los cuidados no son un pilar. En este caso, los cuidados y lo comunitario son los pilares, incorporar a ellos la producción agroecológica ha sido «relativamente fácil». No suele serlo tanto a la inversa, cuando se conoce la teoría para la producción y se necesita incorporar colectivo y cuidados.

En esta iniciativa que nace de un barrio periférico en colaboración con el medio rural, con muchas manos y cabezas de muchos sitios, nos relacionamos diariamente en torno a dos mil personas, entre personas empleadas, voluntariado, personas que reciben alimentos y quienes los producen. Dos mil personas alimentadas desde una iniciativa que nace con vientos desfavorables, muchos nubarrones, en medio de tormentas muy fuertes y con vidas para las que el supuesto bienestar y la estabilidad no llegan a ser ni utopía. Por eso, ver lo que se puede construir en estos contextos periféricos puede marcar caminos para otras tormentas que vengan. La parte negativa es que probablemente no podamos esquivar las tormentas, pero hemos aprendido que podemos crear refugios desde los que construir y en los que guarecernos juntas alrededor de una olla a fuego lento.